NEPAL, ocultos bajo la niebla

La niebla nos envuelve y adormece en la ruta hacia un mundo desconocido. Los rumores sobre seres extraordinarios me van guiando a través de caminos que se cruzan y se alejan. Un fondo difuminado acrecienta la sensación de viajar por una especie de túnel del tiempo.

Paisajes sedados; siluetas recortadas en un bosque de tinieblas carente de perspectivas; fantasmas que logran acercar el cielo y la tierra a fuerza de disipar las formas y los volúmenes. Un juego visual que consigue hechizarme en esta misteriosa escenificación de la naturaleza.

La niebla del amanecer crea un áurea de romanticismo y ensoñación. Todo parece fundirse hasta destilar una paz expectante en la que imaginación y visión deben convertir en realidad la fantasía que se me presenta en cada momento. La brumosa atmósfera es una especie de invitación a explorar lo que la naturaleza esconde en la lejanía detrás de ese velo fantástico.

La niebla confiere a todo lo que me rodea de tintes de irrealidad. Consigue limar asperezas a escenas de vidas marcadas por una lucha constante por la supervivencia. Hasta los colores pierden toda su fuerza y palidecen en una armónica gradación que da protagonismo a los amarillos, ocres y rojizos.

Experimentar la naturaleza en lugares aislados y maravillosos, es algo que me ayuda a entender e interiorizar el sorprendente y fascinante planeta en el que nos ha tocado vivir. Los personajes que buscamos, al igual que los del resto de las etnias de Nepal, han aprendido a convivir con los duendes de mundos increíbles. Mundos que se muestran entre gasas que suavizan el paisaje y dan protagonismo a los seres que aparecen entre la penumbra que me envuelve.

La espesa niebla invita a nuestra intuición e imaginación a comprender las actividades que se representan ante nuestros ojos. Tras aquel gigantesco tronco se esconde una vida aferrada al bosque, un teatro gigante en el que actores visibles e invisibles representan una función que no desean finalizar. Una guarida de la que no quieren salir por temor a encontrarse con un desierto que les arranque de sus raíces.

Puede que la niebla distorsione la percepción de las cosas que se me presentan. Puede que esté cerca de conseguir que algunos sueños se conviertan en realidad. Puede que los cuentos de mi infancia no sean tan fantasiosos como uno pudiera pensar. Puede que los duendes tengan un hogar y esté ante mis ojos.

Dicen que la niebla acrecienta la sensación de tristeza. Sin embargo, me encuentro eufórico, presiento que los espíritus del bosque me disiparán el camino de la bruma para guiarme hasta el reducto de mis personajes de leyenda. Por fin, los Raute aparecen entre las tinieblas para mostrarme una cultura que ha conseguido permanecer oculta y separada de la globalización del mundo que nos rodea.

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