Virginia Rivas, el color como lenguaje propio

En el universo del arte contemporáneo, hay nombres que resuenan con una fuerza especial. Uno de ellos es el de Virginia Rivas, una artista que ha hecho del color su lenguaje y del lienzo su espacio seguro. Su obra, presente en colecciones como la de la Junta de Extremadura, la Pinacoteca Eduardo Úrculo y el Museo de Cáceres, es una exploración constante de la percepción, la memoria y la identidad.

El arte y la cultura siempre formaron parte de su vida y, aunque contempló otras opciones profesionales, decidió estudiar Bellas Artes en la Universidad de Salamanca. Desde entonces, su camino ha sido una búsqueda incesante de su propia voz.

Rivas abarca distintas disciplinas como la instalación y el videoarte, pero es en la pintura donde encuentra su expresión más pura. Sus obras, muchas de gran formato, se construyen a partir de una observación detenida del lienzo en blanco, un proceso casi meditativo en el que el color se convierte en el protagonista absoluto. “El color me permite contar historias que el espectador recibe haciendo una lectura personal, ya que nuestro contexto nos influye a la hora de percibirlo”, afirma. Su investigación del color define sin duda su trayectoria y le ha permitido crear un universo pictórico en el que la abstracción y la emoción conviven en armonía.


Cada tonalidad que utiliza tiene una intención y una historia. «Nunca trabajo con un color sin haberlo mezclado previamente. Es así como consigo esa paleta quebrada que define mi obra», explica Rivas. Sus azules verdosos, grises rosados, tierras suaves y blancos rotos, generan una atmósfera única que atrapa al espectador. No utiliza colores puros, sino mezclas que aportan profundidad y matices, logrando un equilibrio entre lo etéreo y lo concreto. Para ella, el color no es solo una elección estética, sino un lenguaje universal que cada persona interpreta según su propia experiencia.

Texturas y palabras para crear un lenguaje propio

Su pintura se construye a partir de texturas, palabras y gestos que aportan nuevas capas de significados. Las palabras, en particular, funcionan como un recurso visual, simbólico y también como un elemento compositivo. “Me gusta jugar con la palabra como elemento visual y comunicador, creando un diálogo con el espectador.” comenta la artista.

Su interés por el individuo en la sociedad actual también se traduce en una

investigación cromática y atraviesa toda su obra. Virginia es una observadora incansable, que explora los sonidos cotidianos, la memoria o la igualdad en su trabajo. En octubre de este año inaugurará en el Centro de Arte CAB de Burgos “El color del ruido”, un proyecto becado por el Ministerio de Cultura, que le ha llevado más de tres años de trabajo y en el que explora la relación entre el sonido y el color.

El taller como espacio íntimo

Su día a día transcurre en su taller, un espacio íntimo donde convive con su obra y su proceso creativo. Aquí, rodeada de libros de referencia, botes de pintura y una pequeña colección de arte, reflexiona, crea y experimenta. Rivas nos cuenta que “observar es un proceso fundamental para mí. Me permite descubrir lo que la obra necesita y encontrar su equilibrio”.

A pesar de los desafíos del sector, su pasión y determinación en lo que hace le han permitido cimentar una trayectoria sólida. Virginia sigue apostando por la investigación y la experimentación para construir un universo en el que el color, la memoria y la emoción dialogan en armonía. Su trabajo no solo invita a la contemplación, sino también a la introspección, estableciendo un puente entre artista y espectador en el que cada pincelada es un nuevo descubrimiento.

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