ÁNGEL GÓMEZ

Dedicado en cuerpo y alma al cortometraje desde los 12 años, este joven director con nombre celestial en un mundo de terror, apenas habiendo traspasado la barrera de los 30 ya ha levantado su primera película. Hoy navega entre España y Estados Unidos manteniendo activa su clara vocación con ambiciosos proyectos –algunos aún por desvelar- y sin descuidar un ápice su trayectoria docente con Estudio V.

Justo el día que nos atendía acababa de emitirse el primer tráiler de Voces en TVE. Feliz y contento, el cineasta algecireño Ángel Gómez nos confirmaba el estreno en cines el 31 de julio. Reflexivo y sosegado pero a la vez tremendamente activo en su charla, el director nos transmitía ese espíritu apasionado e insaciable, marcado por una profunda preparación y una implacable tenacidad que hoy lo hacen merecedor de todo lo que ha conseguido y lo que está por venir.

¿Cómo planteaste desde el principio el rodaje de Voces?
Siempre me ha movido el cine de terror, misterio, suspense… Es en lo que he estado construyéndome a mí mismo como cineasta a lo largo de toda mi carrera en el mundo del cortometraje. En el momento de hacer mi película este iba a ser el terreno, continuar con la línea que llevaba basada en un cine de terror electrizante, de terror psicológico, con altas de dosis de lo sobrenatural y paranormal. Un terror que buscara provocar en el espectador cierto sobresalto, cierta tensión y angustia. Es ir al máximo de lo que el espectador de este género pretende encontrar en una película así.

¿Cómo ha sido la experiencia con el elenco?
Contentísimo, ellos se han volcado al 110 por ciento. Un trabajo actoral, profesional y de compañerismo absoluto. Me han respaldado en todo momento, se han entregado en cada línea de diálogo, en cada pequeña acción que su personaje llevara a cabo, han agarrado a cada uno de los personajes que interpretaban desde el primer momento. La verdad que han sido una entrega y un sacrificio muy grandes. Se han dado unas jornadas agotadoras para ellos y han trabajado a la perfección, manejando muy bien todo el aparato físico y toda la tensión corporal de los personajes. Así como todo lo que tienen que llevar los personajes a nivel emocional, teniendo en cuenta que todo está cimentado en torno a un drama.

Y casi al final del rodaje os sorprende la pandemia
Dentro de lo que cabe hemos sido muy afortunados. De repente veía que un día nos cancelaban el rodaje a falta de una jornada y media aproximadamente de terminarlo. Pero lo viví con cierta tranquilidad porque yo, conocedor de la película al completo, sabía que lo que quedaba por rodar era absolutamente prescindible. Eran escenas de aderezo estilístico, de recursos generales y demás que, por supuesto, yo hubiera querido rodar pero que al final el espectador nunca lo va a echar en falta. En nuestra conciencia quedará lo cosa de haber rodado ciertos detallitos, que podrían haber enriquecido un poco ciertas partes, pero mínimo.

¿Cómo valoras la importancia del equipo?
En el cine es fundamental. Aquí si quieres ser individualista, tienes por delante una carrera muy breve. Dependes mucho de profesionales que son los que al final van a acabar haciendo tu película, esto es una paradoja pero es así. El director es el que visualiza y gesta todo el aparato final de la película, el que lo define, lo dibuja, lo diseña… Pero el equipo es el que realmente pone la mano de obra y el que tiene que tener una capacidad artística enorme y a su vez una capacidad intelectual y emocional, que les permita entender tus directrices, tus sensaciones, toda la transmisión de emociones que tú vas a querer contar. Y todo eso traducirlo en notas musicales, encuadres, dirección de escenarios, de arte, de luces, fotografías y colores, texturas, interpretaciones, entonaciones en el caso de los actores… En mi caso he tenido la suerte de rodar con una gente muy muy profesional en este proyecto.

Después de haber ganado más de 50 premios en todo el mundo con tu corto Behind y en plena adaptación a película en Estados Unidos de la mano de Lionsgate y San Raimi. ¿Esperabas esa repercusión?
Para nada. Es verdad que hubo algo muy singular y es que era la primera vez que yo ahondaba en el tipo de terror que siempre supe que quería hacer, sobrenatural. Es el cine que básicamente empecé a hacer con 12 años: historias de fantasmas, demonios, casas encantadas… Siempre me ha fascinado el cine de los 70 de parapsicología y de connotaciones sobrenaturales y luego toda la oleada de terror asiático que vino a finales de los 90. Un día me entero de un acontecimiento que me inspira a escribir esta historia, por eso Behind tiene connotaciones con la realidad. Era un corto más, teniendo en cuenta que significaba volcar tu vida en ello. Pero de repente algo ocurre, todo empieza a fluir: selecciones, premios -que yo había ganado ya varios premios y selecciones, pero lo que se vivió con Behind a veces te daba la risa nerviosa. Al final a esto se le da una importancia relativa. Lo importante es que el corto esté seleccionado y se vea en cuantos más festivales mejor, con cuanto más público mejor.

¿Imaginaste en algún momento que tu carrera iba a ser así?
Una cosa es lo que yo soñaba de niño y otra es la realidad que se puede conseguir. Además de lo que se está consiguiendo, hay muchas cosas con las que me muerdo la lengua por no contar y que estoy deseando desvelar porque son inmensas y me emocionan enormemente. Entonces poniendo todo esto sobre la mesa, uno lo mira y dice: no me lo esperaba que pasara con 30-32 años. Yo esperaba que me iba a costar años y años el poder levantar una película. Te puedo decir que lo esperaba y que no a partes iguales. Pensaba acabar algún día haciendo cine independiente en España y todo esto que está pasando me parece que es precioso. Estoy muy emocionado.

Con una agenda así, ¿cómo se mantiene el contacto con la tierra natal?
Mi relación con Algeciras es muy estrecha, toda mi familia está allí y no pasan dos meses sin que baje a la tierra, porque a mí me tira muchísimo. De hecho uno de mis planes utópicos en un futuro no muy lejano es vivir en Algeciras y moverme para según qué cosas. Pero uno de mis planes es estar allí, que estoy muy tranquilo, muy feliz, que tengo a la gente que quiero, que tengo a mis allegados, a mi familia… Se vive muy cómodo, la verdad.

¿Qué no debe faltar en una buena película de terror?
No deben faltar los buenos personajes. Pudiera parecer que lo más importante es el resorte, el mecanismo, la traca de feria, el efecto…y para mí no. Creo que sin la parte humana y la parte emocional, el truco se queda desprovisto de cualquier efecto o de cualquier resultado. Y de esto hemos visto tropecientas películas, que recurren al efecto pero no cargan las cintas desde la base emocional de los personajes. Esto es algo que yo siempre pretendo trabajar en profundidad con mis personajes, darles matices, características, elementos empáticos que hagan que al final el público pueda llegar a vincularse con esa situación, subirse a la historia, para que cuando empiece la montaña rusa de horror si realmente estos personajes me importan, me va a importar lo que les ocurra.

¿A qué tiene miedo Ángel Gómez?
En la punta de la lanza está el miedo a la pérdida de los seres queridos, creo que eso nos aterra a todos y condiciona muchísimo. Más allá de eso es verdad que he sentido una cierta liberación. Yo soy una persona bastante intensa, tengo una energía que a veces me desborda a mí mismo. Pero todo eso era fruto de una necesidad y ansia de llegar a cumplir lo que es el sueño de una vida, que en mi caso es un sueño absoluto y rotundo desde que tengo juicio. Antes de rodar Voces mi miedo era no ser capaz de lograr algo así en mi vida y esto me atormentaba profundamente. Toda mi vida giraba en torno a esto. Yo vivo por y para el cine, por y para hacer cine. Pero es verdad que de repente hay algo dentro de mí que ya respira y dice: ya lo has hecho, ya ese miedo no existe. Pero esa vocecilla que siempre tenemos todos cuando nos metemos en algo muy arriesgado estaba ahí y era un miedo que me movía mucho y ahora ha desaparecido. Ahora hay otro tipo de inquietudes pero no van más allá de una ambición de seguir creciendo.

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