Pedro Barberá Briones, el escultor del mar

Pedro Luis Barberá Briones es escultor por casualidad. Su hermano José Antonio, escultor muy conocido en Cádiz, lo llamo para acabar el monumento que estaba realizando a su paisano, el chiclanero Curro Jaramago. Pedro acudió en su ayuda.  Descubrió en la escultura su vocación innata, y su inspiración, en el mundo marino que contempló desde pequeño.

Así, de manera casi instintiva, empezó a plasmar con hierros, aceros y bronce el mundo marino de nuestro litoral, con especial preferencia por su rey…el atún.

Con una extraordinaria capacidad de abstracción Pedro Barberá sintetiza con unas pocas tiras de acero el cuerpo de atunes, delfines y demás fauna marina.

Su inteligente propuesta artística fue rápidamente entendida por el público más diverso, y además potenciada por quien mejor podía hacerlo, el Grupo de Desarrollo Pesquero Cadiz-Estrecho, quienes le dieron la posibilidad de materializarla en soberbias estructuras de siete metros de largo.

Su proyecto es ambicioso, estas figuras han sido el germen de una idea mayor. Pedro ha planteado la creación de una ruta de almadrabas, de manera que queden unidas de una forma ideal todos y cada uno de los lugares donde ya los romanos extraían el atún. Desde Ayamonte hasta Rosas, de Huelva hasta Gerona, uniendo de esta forma todo el litoral español con una propuesta inteligente y audaz. Fueron hasta cuarenta y siete las alambrabas que existieron en las costas españolas.

Esa “Ruta de las Almadrabas” debería ser un reclamo cultural y turístico de primer orden a poco que las autoridades competentes comprendan la importancia y trascendencia de la idea.

Las esculturas de Barberá Briones son estructuras modernas y elegantes que mimetizan perfectamente con nuestro entorno. Inmediatamente las reconocemos como algo cercano a nuestra cultura y nuestra historia.

Pero es que además son esculturas cambiantes. Pedro ha sido el primero en sacar los atunes del mar para que el aire los atraviese, y al hacerlo, consiga que giren y se muevan mostrando perfiles distintos y reflejos sorprendentes.  Son formas dinámicas que funcionan como veletas de quinientos o seiscientos kilos de peso… casi tan grandes como los atunes a los que representan.

Pedro Barberá quiere llegar con sus creaciones a otros mares y otras tierras. Su deseo es que sus atunes lleguen a Japón, donde son tan valorados y apreciados como en España. Esto llegará sin duda, pero mientras tanto sus proyectos van poblando nuestras costas dando a sus paseos marítimos un aire de sorprendente modernidad.

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