HOTEL MONASTERIO DE SAN FRANCISCO
Dormir en un monasterio del siglo XV
Desde 1870 pertenece a la familia Moreno de la Cova, que ha volcado su esfuerzo en conservar y devolver la vida a este edificio histórico, cuidando cada detalle de su patrimonio con especial cariño.
Como el destino nos llevó hasta Palma del Río, no podíamos dejar pasar la oportunidad de dormir en el antiguo convento franciscano del siglo XV, hoy Hotel Monasterio de San Francisco, un lugar único que a lo largo de los siglos fue ermita, hospital, convento, granero, residencia familiar e incluso parroquia.
Hoy sigue siendo, ante todo, un monasterio… pero con sábanas impecables, habitaciones amplias llenas de detalles y un equipo volcado en que te sientas como en casa. Al cruzar su gran portón, el ritmo cambia: frescos, claustros, piedra gastada y el mural que recuerda cómo los frailes llevaron las naranjas de Palma del Río a California. Entre arte, flores, piscina entre jardines y un huerto muy cuidado, este trozo de historia se ha reinventado en clave de slow living.
Las 35 habitaciones se reparten alrededor de patios y galerías que conservan la estructura original del convento. No hay dos iguales: techos altos, vigas vistas y puertas recuperadas conviven con amplias duchas, excelentes camas y una iluminación pensada para leer, trabajar o simplemente relajarse.
Lo mágico es esa mezcla: dormir entre muros con quinientos años de historia y disfrutar de todas las comodidades de un cuatro estrellas. Por la mañana, el desayuno se sirve en una sala con trajes de gentilhombre y piezas históricas de la familia Moreno de la Cova o, si hace buen tiempo, en el claustro. Zumo de naranjas de Palma del Río recién exprimido, bizcochos caseros y mermelada de naranja amarga del propio huerto ponen sabor a un desayuno sencillo y delicioso.
El hotel está rodeado por 11.000 m² de jardines con caminos de albero, palmeras, rincones de sombra y una amplia piscina. Su gran tesoro es el huerto: frutas, verduras, hortalizas y hierbas aromáticas pasan directamente de la tierra a la cocina. Puedes acercarte, elegir productos y después verlos convertidos en plato en el restaurante: una experiencia muy “farm to table” con la elegancia sobria de un edificio del siglo XV.
El corazón gastronómico del hotel es el Restaurante Hortus, la gran razón para quedarse a cenar “en casa”. Ocupa la antigua sala capitular del monasterio, un comedor que lleva más de 500 años dando de comer a quienes se sientan a su mesa. Donde antes los monjes compartían pan y silencio, hoy la chef Celia Jiménez firma una cocina andaluza actualizada con mirada contemporánea.
La sala impresiona: techos altos, muros gruesos, arte en las paredes, flores frescas y velas que llenan de calidez la piedra. La carta, de temporada, gira en torno a las verduras del huerto, los cítricos de la zona, las carnes de caza y una cuidada selección de pescados, siempre en clave de alta cocina y con acento andaluz. Entre los postres brilla la tarta árabe. Una buena bodega y un servicio cercano y profesional rematan un escenario perfecto para cualquier ocasión.
A solo veinte minutos del monasterio está la sevillana Lora del Río, donde ha nacido otro proyecto del mismo porfolio: el Palacio de los Leones, una casa–palacio de los siglos XVI–XVII convertida en refugio de lujo tranquilo, con patios, jardines y once habitaciones pensadas tanto para estancias individuales como para celebraciones privadas. Otra joya arquitectónica rescatada por la misma familia. La pregunta es inevitable: ¿para cuándo la siguiente?


