Islas CÍES
¿Habrá avatares paisajísticos más perfectos que los de la madre tierra dentro de su evolución natural? Uno de esos proyectos insuperables son las Islas Cíes, el paraíso de aguas cristalinas y fina arena blanca al norte de España. Por algo enamoró al célebre escritor francés Julio Verne, que dedicó a la bahía de Vigo y sus tesoros hundidos un capítulo en su obra Veinte mil leguas de viaje submarino. Y el archipiélago gallego le recompensó con un mirador en la isla Monteagudo.
España alberga tal diversidad de destinos paradisíacos, que para cumplir el deseo de descansar y disfrutar de la naturaleza en estado puro no es necesario atravesar el océano. Desde los puertos de Vigo, Cangas o Baiona podremos llegar a las Islas Cíes, previo permiso expedido por la Xunta de Galicia, para evitar el sobreaforo y preservar el entorno.
Si bien hubo un tiempo en el que las islas que lo conforman (Norte o Monteagudo, la del Medio o del Faro y la Sur o San Martiño) estuvieron habitadas, en la actualidad la vida se concentra en las estaciones de primavera y verano. El de Pontevedra es un archipiélago que fue declarado Parque Natural en 1980 y desde 2002 forma parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, junto con las islas de Ons, Sálvora y Cortegada. Un espacio altamente protegido por el gran interés que posee a nivel paisajístico, geológico y por la riqueza y singularidad de su ecosistema, su flora y su fauna. Así que no es de extrañar que en las Cíes esté excluida cualquier tipo de actividad que altere o ponga en peligro la estabilidad del ecosistema. Desde 1988 tienen la consideración de ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), que le otorgan una protección especial para evitar la contaminación y el deterioro en los lugares donde habitan y nidifican las aves.
Solo un único habitante y los guardas forestales que viven allí los 12 meses del año conocen íntegramente los secretos de “las islas de los dioses”, como en su día las calificó Ptolomeo. Enigmas que propician su ubicación en la transición entre las regiones subtropicales y las regiones templadas del Atlántico y el hecho de estar inmersas dentro de un sistema de afloramiento que le confieren una gran productividad.
Pero lo que hoy vemos no es lo que vieron nuestros antepasados, puesto que las islas estuvieron unidas entre sí y el conjunto a su vez, unido al continente. Su historia comienza hace más de 300 millones de años, cuando empezaron a formarse por la colisión de placas de una cadena montañosa. Posteriormente, una vez entrados en el período más cálido en el que nos encontramos ahora, se funde el hielo de los polos, sube el nivel del mar e inunda los valles fluviales. De manera que es desde hace 6.000 años, que tenemos el privilegio de ver el paisaje actual.
Las islas atlánticas son las cumbres de las sierras costeras que quedaron parcialmente sumergidas bajo el mar. Las tres islas de este archipiélago poseen dos caras: una oeste abrupta, con acantilados de más de 100 metros y cuevas formadas por la erosión del agua y el viento; y una cara este, con laderas más suaves cubiertas de bosques y matorral, protegida de los vientos del Atlántico y permitiendo la formación de sus playas.
Los teloneros de este espectáculo son las gaviotas, los cormoranes, los alcatraces y los delfines, que se convierten en nuestros compañeros de viaje. Nos dan la bienvenida en una travesía marítima, en la que seguro nos encontraremos con embarcaciones de pesca artesanal, la única permitida en estas aguas y ejemplo de la buena y equilibrada relación entre el hombre y la naturaleza.
Podremos hacer una visita de un día pero si lo que queremos es conocer los encantos de estas islas, explorarlas, sentirlas en nuestro descanso y contemplar las infinitas postales que nos regala en cada esquina, lo mejor será que nos quedemos a dormir en el camping. Para comer, si llevas tu propia comida, debes saber que hay merenderos, aunque el pescado fresco y los productos de la tierra a mesa y mantel en cualquiera de los tres restaurantes de las islas, harán las delicias de los comensales en este retiro de película.
Nada más llegar es más que recomendable la visita al Centro de Interpretación, donde nos darán información completa y los mejores consejos para visitar sus faros. Cuatro itinerarios naturales perfectamente señalizados: ruta del monte Faro, ruta del Faro da Porta, ruta del Faro do Peito y ruta del Alto do Príncipe. Caminos de ensueño para los amantes de las rutas de senderismo, que tendrán la oportunidad de avanzar por un entorno envuelto en una atmósfera que se torna intemporal.
Claro que es imposible hablar de las Islas Cíes sin pensar en sus playas. La más emblemática y conocida es la playa de Rodas, que constituye esa larga lengua de arena que une las islas de Monteagudo y del Faro. Elegida como la mejor playa del mundo por The Guardian en 2007, completa su afamada belleza y singularidad con la laguna natural que la abraza por detrás. También bastante concurridas, como la de Rodas, son las de Muxieiro y Areíña, a las que podemos llegar desde el restaurante del embarcadero. Pero para los que prefieren el sosiego mejor será la de Figueras o playa de los alemanes, más tranquila y con la posibilidad de poder practicar el nudismo. Al norte de la isla de Monteagudo, están Margaridas y las playas de Canteira, única de cantos rodados. Ya en la isla del Faro, podremos visitar la de Bolos y la de Nuestra Señora. Y justo en frente en la isla de San Martiño, tan solo accesible con embarcación privada, la virginal playa que lleva el mismo nombre que la isla.
Y para los apasionados del buceo, para aquellos que en lugar de optar por la calidez de la fina arena blanca prefieran sumergirse en las profundidades de las frescas aguas del Atlántico, están de enhorabuena porque las Cíes tienen uno de los mejores fondos marinos de las Rías Baixas.
Si por el día los sentidos se nublan ante tal magnitud de belleza natural, cuando cae la noche mirar al cielo o mirar al mar puede llegar a ser el broche final perfecto. El Parque Nacional tiene el sello ‘Starlight’, lo que certifica que el archipiélago es lugar ideal para la observación de estrellas al estar protegidos de la contaminación lumínica. Y cuando la mirada la dirigimos al mar, con suerte, podemos tener la dicha de toparnos con la bioluminiscencia marina. Un fenómeno que se da a veces gracias a fluorescencia de una micro alga que llena el fondo del mar de la Ría y cobra espectacularidad por la noche.
En 2013 se iniciaron los trámites para que las Cíes sean declaradas Patrimonio de la Humanidad y en 2017, la Xunta de Galicia solicitó que el conjunto del Parque de las Islas Atlánticas fuese reconocido por la Unesco. Porque honrar, proteger y conservar estas maravillas que nos regala la naturaleza es lo mínimo que puede hacer en hombre. Un gesto de respeto y gratitud infinita, ante un tesoro que nos llenará los corazones de por vida.