SOTOGRANDE

Casi seis décadas de amaneceres han acaecido en Sotogrande desde las primeras pretensiones de Joseph McMicking. Cada día que la luz del sol se ha tornado sobre la urbanización más exclusiva de Europa, ha supuesto un paso más hacia la construcción y el mantenimiento de una fama mundial más que merecida. 

Cuando el magnate de las finanzas de origen filipino decidió comprar junto a sus sobrinos Jaime y Enrique Zóbel la antigua finca Paniagua, se empezaba a poner en marcha un nuevo concepto de urbanización. Su origen casi casual en la costa sanroqueña no modificó una clara y decidida proyección de dar vida al resort privado lujoso del mundo.

Las primeras actuaciones se llevaron a cabo con la construcción del mítico Real Club de Golf de Sotogrande, para el que se escogió al mejor diseñador, Robert Trend Jones. Y a partir de ahí se empezaría a dibujar una historia de auténtico lifestyle marcada por conceptos que han permanecido inalterables a lo largo de los años: familia, deporte, tranquilidad, exclusividad y privacidad. Probablemente eso sea en gran medida lo que hace a Sotogrande un lugar extraordinario que, sin olvidar sus orígenes, ha mantenido su naturaleza y ha sabido crecer bajo unos estándares de calidad excepcionales.

Flanqueada por el Estrecho de Gibraltar, las aguas del Mediterráneo y un hermoso paraje natural al amparo de la cuenca del Guadiaro, Sotogrande vive inmensa pero discreta. Su evolución ha sido acorde al inicial paradigma arquitectónico que ensambla abiertas avenidas, donde la vegetación y las villas de lujo se suceden manteniendo al cien por cien la privacidad de sus habitantes. A lo largo de los años, la expansión de la urbanización ha querido que su espacio residencial, así como sus centros deportivos, sociales y de ocio se extiendan desde la  misma costa sanroqueña hasta el interior, saltando la N-340. Un crecimiento que dio lugar a Sotogrande Alto y Sotogrande Costa, junto con el Puerto y La Marina.

Vivir Sotogrande es tener acceso a deporte, ocio, gastronomía, cultura, arte, moda y vida social distendida bajo los distintivos inherentes de la elegancia y la exclusividad. Esta comunidad al sur de la provincia gaditana se ha forjado generación tras generación por una selecta clase social, que han integrado durante años la aristocracia de medio mundo, la élite del deporte y las grandes fortunas de las finanzas. Pero aquí el elitismo no está reñido con su espíritu contemporáneo, que ha permitido acercar hasta la urbanización a notables personalidades de otros sectores de la alta sociedad española y extranjera dispuestos a disfrutar de un estilo de vida sin igual en el mundo.

No cabe duda de que el polo y el golf son los deportes que dan apellidos a Sotogrande. Cuatro de los nueve campos de golf repartidos en el municipio sanroqueño se encuentran en la urbanización. Sus buques insignia, El Real Club de Golf de Sotogrande, el mítico, el primero y Real Club Valderrama, mejor campo de Europa continental desde el 88 y donde en el 97 tuvo lugar un hecho histórico acogiendo la 32 edición de la Ryder Cup. Esto lo convirtió en el primer club de Europa continental en alcanzar este hito. Después vendrían el Volvo Masters o el Andalucía Valderrama Masters, que encumbrarían a este club a la meca del golf. A ellos se suman otros campos de incuestionable categoría como son La Reserva o Almenara.

Y de manera natural a los albores de Sotogrande está la instauración y crecimiento del polo, con la mítica cancha de la playa construida en los años sesenta. Pero hoy Santa María Polo Club lidera el desarrollo y la permanencia de este deporte en la zona, así como el incremento de la afición y del despliegue de la vida social que envuelve sus torneos nacionales e internacionales. Tal es el impacto turístico que supone para Andalucía el Torneo Internacional de Polo celebrado cada verano, que este año la Consejería de Turismo y Deporte lo incluyó en el Plan de Acción 2020.

En tercer lugar, aunque no por ello menos relevante, está la proliferación del deporte náutico adherido a la creación del Puerto, La Marina y el Club Marítimo, que también supusieron un antes y un después en el impulso de la urbanización. Con 1.832 atraques y con capacidad para albergar embarcaciones de hasta 70 metros de eslora, Puerto Sotogrande está actualmente considerado como el primer puerto del Mediterráneo, tanto por su belleza como por la calidad de sus servicios. A La Marina se le ha llegado a catalogar como “la pequeña Venecia” y el encanto de sus paseos a pie se completa con selectos establecimientos y boutiques. Mientras el Club Marítimo ha hecho de la vela otro de los deportes de referencia en esta zona residencial, acogiendo campeonatos y regatas de carácter nacional e internacional.

El plantel de ofertas y opciones para vivir de la manera que más guste Sotogrande, se remata con una exquisita y consolidada oferta hotelera del más alto nivel. Así, si la visita a la urbanización es por un espacio vacacional puntual o por trabajo, el confort, la calidad y el descanso estarán más que asegurados. 

El clima, la ubicación y las conexiones han favorecido que Sotogrande haya seguido creciendo tanto a nivel cualitativo como cuantitativo. A día de hoy, tras el incesante latir de unos residentes que viven aquí tanto de manera permanente como estacional, Sotogrande ha ido elevando el nivel de sus recursos. Hace mucho que dejó de ser solo la urbanización del verano, donde disfrutar de unas vacaciones relajadas en familia y con un ocio ligado al deporte. Hoy también hablamos de Sotogrande como ese centro de negocios, donde confluyen sectores, especialidades y culturas, que permiten el desarrollo de una vida personal y profesional plena para todas las edades.

Pero no podemos dejar de reconocer que si hay una estación que se espera en Sotogrande con especial entusiasmo, esa es la de verano. Una temporada en la que la población se triplica, propiciando deseados reencuentros en sus playas, en los clubes de playa (El Octógono o Trocadero, antiguo Cucurucho), en las terrazas del Puerto o La Marina, en los clubes deportivos, en las anheladas reuniones dentro de sus villas o incluso en alta mar, pasando una inolvidable jornada bajo la estela del Estrecho de Gibraltar y el continente africano.

Puede que ésta sea de todas las vividas, la temporada estival más peculiar, aunque no por ello menos emocionante. El verano de 2020 emerge bajo unos precedentes nunca antes vividos y ante los que la cautela y el sentido de la responsabilidad se entremezclarán con la idiosincrasia de una urbanización tremendamente brillante en todos los sentidos.

En el verano de 2020 volvemos a vernos, volvemos a jugar al golf, al pádel, al tenis, a montar a caballo, a disfrutar de los deportes náuticos, de tardes inolvidables de polo o a ver el atardecer en alta mar. Como cada verano, multiplicamos los paseos por el puerto de referencia del Mediterráneo y nos detenemos a disfrutar de la excelente gastronomía que nos brindan los profesionales hosteleros. Vuelve la cultura, el arte y el saborear la vida en su sentido más amplio.

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